07 diciembre 2006

Xavier Mas de Xaxàs sobre la ocupación de espacios abandonados

La Makabra
Xavier Mas de Xaxàs | 06/12/2006 - 20.34 horas
La Vanguardia
No existe actualmente en la ciudad de Barcelona un movimiento ciudadano, social y cultural, más interesante que el de cientos de jóvenes decididos a ocupar Can Ricart, un centro industrial único en España, abandonado y amenazado por una reconversión urbanística que, impulsada por el Ayuntamiento, lo sacrificaría para construir torres de oficinas y apartamentos de lujo.

La ocupación sucedió el 2 de diciembre por la noche. Sus protagonistas fueron los miembros de La Makabra, un grupo de artistas callejeros, en su mayoría, payasos, saltimbanquis y malabaristas, gente joven que había sido previamente desalojada por la fuerza de otra fábrica abandonada en el mismo barrio.

Los jueces han desatendido la petición del propietario de una de las naves ocupadas para un desalojo rápido y por la fuerza. Han considerado, como hacen en el 70% de las ocupaciones, que el edificio estaba abandonado, que no amenaza ruina y que los ocupantes desarrollan una función social.

Líderes políticos y también de opinión han lamentado esta tibieza judicial. Consideran que los okupas son peligrosos –hay grupos violentos que han causados daños y molestias a los vecinos en otras zonas de la ciudad- y que la falta de respuesta anima a jóvenes okupas de otras ciudades a venir a Barcelona.

El populismo mediático y político acostumbra a hablar de jóvenes anti sistema y de movimiento okupa, cuando, en realidad, las ocupaciones son espontáneas y responden a intereses muy diversos. La ausencia de líderes y de una estrategia común impide calificar de movimiento a lo que no es más que un fenómeno social, una respuesta de la juventud a la mayor preocupación de los catalanes y de la mayoría de personas en todo el mundo: la vivienda y la pobreza.

España es uno de los países de la UE-15 (los quince países que formaban parte de la Unión Europea antes a la apertura al Este) con las políticas sociales más atrasadas. Casi uno de cada cinco ciudadanos españoles vive en situación de pobreza, una de las tasas más altas de la UE-15. El gasto social en España representa el 19% del PIB, cuando la media de la UE-15 es del 28%.

Los jóvenes parecen condenados a sueldos de mil euros y a pagar más de 400 por una habitación en Barcelona. Los delitos relacionados con el urbanismo aumentan día a día. La corrupción en muchos municipios, sobretodo los turísticos y los próximos a las grandes ciudades, es escandalosa.

De Can Ricart, el Ayuntamiento de Barcelona no tenía intención de salvar casi nada. Su idea era derribar y levantar torres de nueva planta. Se trata de un complejo industrial construido en 1853, en un momento álgido de la industrialización. Un claro ejemplo de la eficacia arquitectónica y urbanística al servicio de la industria y el progreso. No queda otro igual en Barcelona.

La unión de los vecinos, sin embargo, obligó a variar los planes municipales. Los debates públicos en instituciones tan vanguardistas como la Fundación Tàpies, el Museo de Arte Contemporáneo (Macba) y el Fomento de las Artes Decorativas (FAD), demostraron que Can Ricart forma parte de la estructura imprescindible de la ciudad y que es necesario conservarla íntegramente.

El Ayuntamiento accedió a reservar en el recinto espacios diversos para actividades ciudadanas. Los vecinos, sin embargo, consideran que no es suficiente. Temen que las torres de oficinas y apartamentos de lujo transformarán el tejido social de un barrio obrero que requiere atención especial para que el progreso de la era post industrial no se realice a costa de los vecinos.

No sé si los miembros de La Makabra tenían esto en cuenta cuando ocuparon Can Ricart. Es posible que no, pero no importa. Ahora están en una situación de fuerza, y el alcalde, que podría estar de acuerdo con alguna de sus peticiones –quieren un espacio digno para vivir y ensayar-, teme mostrarse débil si cede. Se llama Jordi Hereu. Hace pocos meses que está en el cargo, al que ha accedido sustituyendo a Joan Clos, que fue nombrado ministro de Industria. A Hereu nadie lo ha votado y las elecciones no están previstas hasta la primavera.

Lo más fácil, en estas circunstancias, es exigir ley y orden. No creo que nadie esté en contra del orden y el respeto a la ley.

La ocupación de La Makabra es interesante porque cuestiona el orden sin usar la violencia, se opone a la disciplina, reivindica otra forma de actuar. A diferencia de muchos otros jóvenes, los de La Makabra piensan que sus actos aún pueden tener un resultado, aún pueden cambiar las inercias. Plantan cara al miedo, al orgullo y a las conveniencias.

El desalojo de Can Ricart no solucionará nada. La ocupación, sin embargo, puede servir para que Barcelona recupere un espíritu, una libertad creativa, rendida, de un tiempo a esta parte, bajo el peso del dinero fácil y el sentimentalismo 'Kitsch'.

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